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COMENTARIO A LOS PUNTOS 1762, 1763

Y 1764 DEL ARTÍCULO 5: LA MORALIDAD


DE LAS PASIONES;
DEL PRIMER CAPÍTULO DE LA TERCERA
PARTE DEL CATECISMO DE L A IGLESIA
CATÓLICA
• 1762. La persona humana se ordena a la
bienaventuranza por medio de sus actos
deliberados: las pasiones o sentimientos que
experimenta pueden disponerla y contribuir a
ello.
• Dios nos ha llamado a una vocación, la
bienaventuranza, la felicidad, la santidad, la
realización absoluta del hombre, quien
por sus actos ha de encaminarse y hacer
realidad este aspecto de su persona.
• Jesucristo, el Señor, verdadero Dios y verdadero Hombre
es quien ha redimido al género humano y le ha devuelto la
gracia. Él ha asumido la condición de hombre, se ha hecho
igual a nosotros, menos en el pecado. Así́ el hombre debe
tener puesta su mirada en Jesucristo, se glorificó en el
Padre, alcanzó la bienaventuranza que de por sí le
pertenencia y nos ha invitado a estar en ese estado de
realización junto con él. De manera que así como en Jesús
podemos ver la gloria de Dios, así el hombre también
puede bienaventurarse en Cristo Jesús, pues ha dignificado
al hombre en un rango superior a los ángeles, haciéndole
hijo suyo.
• Decir que la segunda persona de la Santísima Trinidad se ha
encarnado es afirmar que ha redimido al hombre de manera
integral, o sea, su cuerpo y su alma. Por su alma, el hombre es capaz
de descubrir mediante la razón qué es el bien y qué es el mal y
tiene la facultad de optar por ello o no, a esta facultad llamamos
libertad.
• Vemos entonces que el hombre no es satisfecho solamente por
conocer el bien, sino lo es en cuanto lo conoce y lo ejerce, de ser
así́, dejaríamos de lado la dignidad que tiene el cuerpo, el que
propicia a que se presenten las pasiones y sentimientos a partir de
la experiencia.
• I Las pasiones
• 1763. El término “pasiones” pertenece al patrimonio del
pensamiento cristiano. Loa sentimientos o pasiones designan las
emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no
obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o
como malo.
• El cristianismo ha sido experto en la reflexión de las pasiones.
Las pasiones pues, son parte esencial del ser humano, parte
esencial que el mismo Jesucristo las ha asumido y las ha
glorificado. Las emociones por tanto, influyen en el obrar del
hombre, inclinándole a obrar, pero no le obligan, es menester
pues, que el hombre sepa cómo actuar y cómo dominar las
pasiones, las emociones para poder llegar a la Bienaventuranza
celestial, mediante la realización del bien.
• Sin embargo, el término ‘pasión’ se ha desvirtuado,
poniéndole en el campo de la sexualidad
reduccionista, situación que es completamente
errónea. Y es aquí́ en donde el ser humano debe
tener un proceso de discernimiento, entre lo bueno
y lo malo y cómo apoyarse de las mismas pasiones
para poder conseguir su fin.
• 1764. Las pasiones son componentes naturales del
psiquis humano, constituyen el lugar de paso y aseguran
el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu.
Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la
fuente de donde brota el movimiento de las pasiones.
• El ser humano es una unidad sustancial, no podemos hablar de
persona humana excluyendo sus dos componentes sustanciales, el
alma y el cuerpo. El cuerpo, por el que gracias a él se captan las
emociones y el alma, por la que gracias a ella se disciernen las
pasiones han de contribuir mutuamente para que el hombre pueda
vivir de manera coherente en su actuar como alguien que siente y
que sintiendo, llega a la bienaventuranza.
• En el pensamiento hebreo el corazón era la fuente de donde
surgían todas las acciones, todos los sentimientos y pensamientos.
Es muy interesante el punto de vista de la cultura semita, pues es el
corazón lo más sagrado, lo más íntimo de un hombre. Y referido al
pensamiento cristiano, es necesario que la fuente de todas nuestras
acciones vayan impregnadas de amor, con pasiones, pero
encaminadas al amor, pues de esta manera el hombre ama y llega a
la bienaventuranza de manera completa y ordenada.
• En conclusión, las pasiones son dones que el Señor
nos ha puesto para poder encontrar el placer de
manera positiva, es tarea del ser humano saber
dominarlas, para que así́ pueda alcanzar la
bienaventuranza celeste. Recordar que el Jesucristo
ha glorificado, con su Encarnación las pasiones y que
por tal motivo, son apreciables para la realización del
amor, el desprendimiento y la caridad.

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