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Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid,

obteniendo el Premio Extraordinario de Licenciatura y el


Premio de la Fundación Montalbán al mejor expediente
académico de 1953.
En 1956 obtiene el grado de doctor en Derecho, siéndole
concedido el Premio Extraordinario de Doctorado y el Premio
de la Fundación Condesa de Maudes. En 1963 gana la
Cátedra de Universidad de Derecho Civil, desempeñando su
labor docente en las Universidades de Santiago de
Compostela, Valencia y en la Universidad Autónoma de
Madrid, donde recientemente ha sido nombrado profesor
emérito. Es doctor honoris causa por la Universidad Carlos
III de Madrid, la Universidad de Valencia y la Universidad de
Málaga, y de diversas Universidades de Perú.
Ha sido juez de primera instancia e instrucción, magistrado
del Tribunal Constitucional, miembro del Consejo General y
del Consejo Ejecutivo del Banco de España.
Para la realización del acto jurídico se requiere no solo la
voluntad interna del sujeto, si también que dicha voluntad se
manifieste exteriormente por algún medio. La forma es la
manera o medio por el cual el sujeto manifiesta exteriormente
su voluntad.
Es un elemento esencial del acto jurídico, pues todo acto
exige alguna forma que lo dé a conocer. Según la formalidad
que la ley establezca para el acto podemos clasificarlo en:

cuando la ley no les impone ninguna formalidad


especial y deja la forma librada a la elección de las partes
Formales: cuando la ley exige determinadas formalidades
para su realización, tales como: que se haga por escrito, en
presencia de testigos, que sea hecho ante escribano u oficial,
o con el concurso del juez del Solemnes: cuando la ley exige
formalidades determinadas como requisito de validez (ad
solemnitatem), pues si el acto carece de las formalidades
exigidas será nulo.
: en estos casos la ley exige formalidades
determinadas pero no como requisito de validez, sino como
requisito “ad probationenm” o sea, al solo efecto de prueba.
Si se omite la formalidad exigida, el acto igual será valido,
pero su existencia deberá ser probado por otros medios de
prueba.

son aquellas que necesitan una clase de negocios jurídicos


para su existencia o nacimiento. La forma en ellos es
sustancia, de tal modo que no existen como tales negocios si
no aparecen celebrados bajo la forma ordenada legalmente.
Así, por ejemplo, la donación de bienes inmuebles sin este
requisito es radicalmente nula o inexistente.
Es requerida como prueba del negocio. No condiciona la
eficacia negocial sino en un sentido muy limitado, pues
se establece para que aquél pueda ser probado
únicamente a través de la forma prescrita legalmente.
Mas el negocio es existente y válido pese a su
inobservancia.
Pero la forma puede perseguir también electos
diferentes de los descritos. La ley impone en ocasiones
una determinada forma (p. ej., escritura pública) para
que el negocio produzca efectos frente a terceros, para
que sea oponible
• Como bien anota la especial ventaja de la
formalidad consiste en plasmar la o las declaraciones de
voluntad en un documento, radica en que éste tiene a su
favor las presunciones de exactitud e integridad, de
manera que quien alegue
Es noción generalmente aceptada que la interpretación constituye
una actividad dirigida a indagar y reconstruir el sentido de una
declaración negocial o de un determinado comportamiento. Es una
operación indispensable para conseguir los efectos pretendidos por
el sujeto o sujetos declarantes.
La interpretación tiene un significado distinto según la concepción
que se acoja del negocio jurídico. Si el centro de éste es el querer
interno del sujeto, la interpretación tratará de hallar el mismo dando
un valor secundario a la declaración sobre el querer psicológico del
agente. Si, por el contrario, el negocio jurídico se concibe, ante
todo, como una declaración de voluntad creadora entre las partes
de un precepto de autonomía privada para la regulación de sus
intereses, la interpretación tratará de buscar el sentido de esa
declaración, en la que queda objetivada la voluntad interna.
La interpretación debe ser entendida primariamente como el medio
de colegir la voluntad a través de los signos empleados para
expresarla. Ni se puede arbitrariamente prescindir de lo que quiso el
declarante, fijándole únicamente el intérprete en lo que
efectivamente declaró, ni tampoco indagar el querer interno de
modo exclusivo, sin tener principalmente en cuenta el modo o
expresión que utilizó para verterlo al exterior.

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