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SEVERINO BOECIO

Severino Boecio (475-523)

a) Vida y obras
Estudió en Roma. Ocupó altas magistraturas bajo
el reinado del ostrogodo Teodorico, siendo cónsul
(510-511) y magister officiorum (522-523).

El rey (523), dando crédito a ciertas intrigas


políticas, y tras largo cautiverio en Pavía, le hizo
decapitar en la torre donde estaba preso.
SEVERINO BOECIO

Boecio concibió el plan de verter al latín los


escritos de Platón y de Aristóteles y demostrar, al
mismo tiempo, que ambos filósofos concordaban
en lo esencial.

Pero de este proyecto sólo quedan diversas


traducciones de Aristóteles y varios comentarios:
SEVERINO BOECIO

Traducciones:

Las Categorías
La Isagoge (introducción de Porfirio a esta obra)
De la Interpretación,
De los Tópicos
Analíticos
SEVERINO BOECIO

Comentarios:

La Isagoge
De la Interpretación
De las Categorías
Los Tópicos
Los Analíticos
Los Razonamientos sofísticos
Los Tópicos de Cicerón
SEVERINO BOECIO

Sus obras se pueden clasificar en:

a) tratados y traducciones sobre el corpus del


Estagirita (la Vetus Logica medieval);

b) Opúsculos teológicos, que darían lugar a los


comentarios de Gilberto de Poitiers († 1154) y de
Santo Tomás de Aquino († 1274);

c) su Consolación de la Filosofía.
SEVERINO BOECIO

La influencia de Boecio se extenderá no sólo a las


ideas que transmitió a la Edad Media, sino
también:

a) al método de trabajo intelectual (el comentario


de texto o lectio);
b)al modo de condensar en fórmulas precisas el
pensamiento (sententiae);
c)a su clasificación o jerarquización de las
ciencias, que se hará universal en la Alta
Escolástica.
SEVERINO BOECIO

Jerarquía y clasificación de las ciencias

Amar y buscar a Dios –decía– requiere conocer


unos entes y practicar unos actos.

Distingue entre el estudio teórico de los seres,


propio de la “filosofía teorética o especulativa”, y
la consideración del obrar humano, objeto de la
“filosofía práctica o activa”.
SEVERINO BOECIO

Esta última se dividirá en tres ciencias prácticas o


políticas, según que los actos (o virtudes) se
ejecuten:

a)en el ámbito individual (gobierno de uno mismo);

b)en el ámbito social(como hacer reinar las


virtudes en la república);

c)en el ámbito doméstico (política familiar).


SEVERINO BOECIO

La “filosofía teórica o especulativa”, en cambio,


admite tantas divisiones como tipos de entes sean
objeto de conocimiento. Comprenderá, por tanto:

1.ª) El tratado de los entes que existen o deberán


existir sin materia, por ejemplo, Dios, los ángeles y
las almas separadas.

Esta parte de la filosofía recibe el nombre de


“teología” y los seres que son su objeto de estudio
se denominan intellectibilia (intelectibles).
SEVERINO BOECIO

2.ª) La “psicología” es el tratado de las almas


caídas en los cuerpos, los cuales reciben el nombre
de intelligibilia (inteligibles).

3.ª) Las ciencias naturales estudian los cuerpos


naturales o naturalia. Boecio llamó “fisiología” o
“física” a esta parte de la filosofía especulativa.
SEVERINO BOECIO

Todos los temas de la “física” o “fisiología” se


estudian en el quadrivium, que comprende las
siguientes disciplinas: aritmética, astronomía,
geometría y música.

Además del saber puramente especulativo y del


saber práctico, cuyas respectivas divisiones
acabamos de ofrecer, cabe otro orden de saber: el
de las ciencias que conducen a la correcta
expresión de los conocimientos ya adquiridos.
SEVERINO BOECIO

Las disciplinas que se ocupan de este último tipo


de saberes se hallan reunidas en el trivium, y son
las siguientes: gramática, retórica y lógica.

Al referirse al trivium, Boecio no se limitó a


plantear una serie de cuestiones al nivel de las
intenciones segundas, es decir, a nivel lógico, sino
que se interrogó sobre temas de carácter
metafísico y psicológico, esto es, sobre la
naturaleza y existencia de las ideas generales o
universales.
SEVERINO BOECIO

Los universales

Porfirio (233-305), en el libro I de su Introducción


a las categorías de Aristóteles, o Isagogé, dejó
planteados unos interrogantes sobre la naturaleza
de las nociones o ideas generales, que habrían de
interesar mucho a Boecio y, a través del legado
boeciano, a toda la Alta Edad Media.

El famoso texto porfiriano decía así:


SEVERINO BOECIO

“Si los géneros y las especies subsisten o están en


los solos puros intelectos; si son subsistencias
corpóreas o incorpóreas; y (en este último caso) si
se hallan separadas de los sensibles o puestas en
ellos: es cuestión que paso por alto. Se trata de un
asunto dificilísimo, necesitado de mayor
investigación”.
SEVERINO BOECIO

La doctrina de este importantísimo texto se ha


sistematizado en las siguientes tres cuestiones:

1.ª Los géneros y las especies, ¿son realidades


subsistentes en sí mismas o simples concepciones
del espíritu?

2.ª Si son reales, ¿son corpóreas o incorpóreas?

3.ª Si son incorpóreas, ¿existen fuera de las cosas


sensibles o solamente unidas a ellas?
SEVERINO BOECIO

A estos tres interrogantes, que Porfirio había


dejado abiertos, intentó dar solución Boecio

Así que los medievales se encontraron ya con unas


pautas para pensar en la cuestión de los
universales y se atuvieron a ellas.

Boecio primero asumió una postura aristotélica,


pero hacia el fin de su vida se inclinó hacia al más
puro platonismo, lo cual contribuyó a oscurecer la
discusión posterior.
SEVERINO BOECIO

De su período aristotélico es el siguiente texto,


redactado, más por fidelidad al libro que
comentaba –que era a su vez un comentario alas
Categorías del Estagirita–, que por propia
convicción:

“Platón piensa que los géneros, especies y otros


universales no sólo son conocidos con
independencia de los cuerpos, sino que existen y
subsisten fuera de ellos;
SEVERINO BOECIO

en tanto que Aristóteles piensa que los incorpóreos


y los universales son objeto de conocimiento, pero
que solamente subsisten en las cosas sensibles”.

“Mi intención no ha sido decidir cuál de estas


opiniones es la verdadera, ya que ello corresponde
a una filosofía más alta. Nos hemos limitado a
seguir la opinión de Aristóteles, no porque nos
inclinemos preferentemente por ella, sino porque
este libro ha sido escrito en vistas a las Categorías,
cuyo autor es Aristóteles” .
SEVERINO BOECIO

Sólo al final de su vida habría de decidirse


claramente a favor del platonismo.

La ocasión fue la glosa al metro cuarto del libro V


del De consolatione. Los últimos versos del metro
citado dicen así:
SEVERINO BOECIO

“Cuando la luz hiere los ojos, o bien la voz llega a


los oídos: entonces se despliega el vigor de la
mente, que tiene especies interiores, llamando a
las otras junto a éstas aplicando a las noticias
exteriores, las que tenía dentro, relacionando las
imágenes con las formas”.

Boecio mismo explicaba este cuarto metro, en los


términos siguientes:
SEVERINO BOECIO

“En la percepción de los objetos, los órganos de los


sentidos han de recibir las impresiones externas,
siendo necesario que la actividad del espíritu sea
precedida por una sensación física que atraiga la
acción de la inteligencia y despierte las formas en
ella dormidas. En estas condiciones, para la
percepción, el espíritu no es informado por las
sensaciones, sino que juzga por su propia luz sobre
los datos que éstas le proporcionan.
SEVERINO BOECIO

“Con mayor razón hemos de inferir, por tanto, que


los seres libres de toda influencia corpórea, e
independientes del mundo externo para formular
sus juicios, pueden bogar a velas desplegadas,
dejando en libertad su inteligencia”.
SEVERINO BOECIO

Este texto tiene, obviamente, una clara


intencionalidad gnoseológica, al explicar cómo es
el proceso de nuestro conocimiento.

Pero, al hablar de “formas dormidas en la


inteligencia”, que se despiertan por causa de las
sensaciones físicas, Boecio se revela mucho más
próximo a Platón que a Aristóteles.
SEVERINO BOECIO
SEVERINO BOECIO
SEVERINO BOECIO
SEVERINO BOECIO

Boecio concibió el plan de verter al latín los escritos


de Platón y de Aristóteles y demostrar, al mismo
tiempo, que ambos filósofos concordaban en lo
esencial.

Entre sus escritos más célebres, y más leídos y


comentados durante la Edad Media, se cuenta La
consolación de la filosofía, que preparó mientras
estaba en prisión.
SEVERINO BOECIO

Existencia de Dios y atributos divinos

Sentadas las bases de la “filosofía especulativa”,


Boecio reconoció con agrado que el “intelectible”
por excelencia es Dios.

Por consiguiente, el objeto principal de la


“teología” boeciana será Dios a la luz de la razón
natural.
SEVERINO BOECIO

Aquí es evidente el influjo de Aristóteles, para


quien la “filosofía primera”, culmen de la
metafísica, tenía por objeto el estudio del ser
divino.

La consolación de la filosofía estuvo dedicada


íntegramente a desarrollar sus ideas sobre la
esencia divina y sus atributos.
SEVERINO BOECIO

Dicha obra resultó ser un completísimo tratado de


teodicea, que habría de alimentar, en los siglos
posteriores, la especulación medieval sobre estos
temas.
SEVERINO BOECIO

El De consolatione philosophiae fue escrito mientras


esperaba la muerte. Según Boecio, filosofar no es un
trabajo puramente especulativo o abstracto, ni
tampoco una técnica de razonamiento poseída con
mayor o menor habilidad.

Filosofar es fundamentalmente una tarea concreta que


consiste en amar y buscar la sabiduría, o, lo que es lo
mismo: amar y buscar a Dios. Una tarea de tal
naturaleza exige que los caminos que conducen a la
sabiduría (divina) estén bien señalados, y esto le
corresponde a la filosofía.
SEVERINO BOECIO

Por ello, y a pesar de la extrañeza de tantas


generaciones medievales, le pareció natural
consolarse con la Filosofía mientras esperaba la
muerte y se le nublaba el horizonte de la esperanza.

Habría resultado más lógico que su interlocutor, en un


momento tan delicado de su vida, hubiese sido un
ángel o un santo, o el mismo Cristo. Pero también aquí
late la fuerte impronta aristotélica, que se observa en
muchas partes del corpus boeciano, aunque
afectivamente se sintió más inclinado hacia Platón.
SEVERINO BOECIO

Como se sabe, para Aristóteles resultó un problema


arduo e irresoluble el tema de la felicidad y, por
consiguiente, la posibilidad real de la esperanza
humana, precisamente por la insoslayable condición
mortal del hombre.

Quizá por esto mismo, quiso Boecio polemizar con


Aristóteles y con su propio aristotelismo, cuando se
hallaba a las puertas del trance último. Asimismo, el
tema de la providencia divina representa un misterio
para el peripatetismo y constituye el nervio central de
la última obra boeciana.
SEVERINO BOECIO

El De consolatione philosophiae se divide en cinco


libros.

Libro I: Todas las cosas son regidas por Dios. El


hombre toma conciencia de su origen y de su destino
mediante un volver sobre sí mismo. La verdadera
felicidad no puede consistir en los bienes aleatorios de
la fortuna. Hay que buscarla en la interioridad, en el
valor intelectual y moral del alma inmortal. Todos los
bienes exteriores son ficticios.
SEVERINO BOECIO

Libro II: El verdadero sabio no confía en la fortuna ni


en sus bienes ficticios, no pone en los bienes
exteriores su afición y se da cuenta, en el momento en
que los posee, de que su valor no puede provenir más
que del sentido humano y moral con que de ellos use.

Libro III: no basta buscar la verdad y la virtud en uno


mismo, sino que es preciso salir de sí en busca del
origen y fin de ellas, que es Dios, que es el Bien
universal y supremo. Dios gobierna y dirige las cosas
al Bien.
SEVERINO BOECIO

Libro IV: Trata de conciliar la bondad divina con la


existencia del mal en el mundo. La desdicha es útil a
los hombres. Es importante comprender que Dios
gobierna el mundo y que su Providencia tiene en
cuenta la libertad humana. Distingue entre
Providencia y destino o hado.
SEVERINO BOECIO

Libro V: Plantea el problema de la presciencia divina,


que conoce la libertad humana y los actos futuros en
el contexto de la eternidad. Establece la existencia del
libre albedrío (libertad) como consecuencia necesaria
de la razón. Hay grados de libertad. Dios es justo al
premiar o castigar. No es vana la esperanza en Dios,
ni son inútiles las oraciones.
SEVERINO BOECIO

Hacia la mitad del libro II Boecio manifiesta a la dama


Filosofía su perplejidad sobre la existencia de Dios, al
contemplar la presencia del mal en el mundo y la
adversa fortuna que sufren los justos.

En el libro III se concluye la prueba, por parte de la


Filosofía, de que Dios existe y de que es el sumo bien.
Para demostrar su existencia acude al principio –de
inspiración platónica– de que lo imperfecto en su
género es siempre disminución de lo perfecto; puesto
que es evidente que hay imperfección, existe también
el ser perfecto, que es Dios.
SEVERINO BOECIO

El desarrollo de toda esta prueba se asemeja mucho a


la exposición de la cuarta vía de Santo Tomás, quien
muy seguramente leyó estos pasajes, pues en la
Summa contra gentiles dirá:

“Así Boecio, en el libro I de La consolación de la


Filosofía, cita a cierto filósofo que preguntaba: Si Dios
existe, ¿de dónde el mal? Más bien se debería argüir
al revés: si el mal existe, Dios existe, pues el mal no se
daría si desapareciera el orden del bien, cuya privación
es el mal”.
SEVERINO BOECIO

Asimismo, la terminología permite aventurar que San


Anselmo debió de tener a la vista esta prueba
boeciana de la existencia de Dios, pues también
Boecio se refiere a Dios en los siguientes términos:
“Puesto que nadie puede pensar nada mejor que Dios
[…]”.

Demostrada la existencia de Dios y que Dios es el


sumo bien, se llega a la idea de Dios como fin de todo
y como providente, pues nada escapa a su providencia,
presciencia y predestinación.
SEVERINO BOECIO

Además, puesto que Dios es perfecto, no sólo es feliz,


sino que es la felicidad misma. En consecuencia, la
felicidad del hombre se conseguirá participando de la
felicidad divina.

(Aquí, precisamente en este punto, la crítica moderna


ha visto un paso ¿indebido? de la filosofía a la
teología y, en el fondo, una descalificación de las
posiciones aristotélicas por parte de Boecio, al negar
la posibilidad efectiva y real de la una felicidad
estrictamente natural).
SEVERINO BOECIO

Muy importante, por la agudeza del análisis y por su


influencia en los siglos posteriores, fue su estudio
sobre la eternidad divina. Dios es eterno. La eternidad
es posesión perfecta y toda a la vez de una vida sin
fin. Un instante único y definitivo, que excluye toda
sucesión.

Dios vive y conoce todo en su continuo presente; por


tanto, ve eternamente lo necesario como necesario
(v.g.: las leyes corpóreas), y lo libre como libre.
SEVERINO BOECIO

Étienne Gilson lo ilustra diciendo: “si veo que sale el


sol, el hecho de que lo vea no causa que el sol salga;
si veo que un hombre anda, esto no le obliga a andar.
Análogamente la inmóvil y permanente visión que Dios
tiene de los actos voluntarios no deroga, en manera
alguna, la libertad de esos actos” (La Filosofía en la
Edad Media, Gredos, Madrid 21972 pp. 138-139).
SEVERINO BOECIO

Antropología

Boecio define al hombre como una persona compuesta


de un cuerpo y de inteligencia o alma inmortal Por
consiguiente, la condición mortal del hombre, que es
un hecho de experiencia universal, con independencia
de las convicciones religiosas de cada cual, ha de
hacerse compatible con la condición inmortal de la
inteligencia humana.
SEVERINO BOECIO

Aquí parece, una vez más, la tensión, que no


abandonará nunca el pensamiento occidental, entre la
dualidad aristotélica y el dualismo platónico.

Las almas humanas son “intelectibles” que degeneran


en “inteligibles” por su contacto con el cuerpo. Estas
almas no han olvidado por completo lo que
aprendieron en su existencia anterior a la unión con el
cuerpo. Conocer, por consiguiente, es hacer presente a
la memoria, recordar, rememorar.
SEVERINO BOECIO

Aquí Boecio se inclina abiertamente por la doctrina


platónica del conocimiento y parece admitir la
preexistencia de las almas. Por ello, siglos más tarde,
San Alberto Magno lo incluiría entre los defensores de
la preexistencia de las almas.

Boecio dialogaba, en este pasaje, con la dama


Filosofía, su consoladora en la torre o cárcel de Pavía.
No deben pasarse por alto, sin más, las pretensiones
de su obra postrera: buscar consolación ante el mal
injusto que le había sobrevenido.
SEVERINO BOECIO

La contextualización es, en este caso, especialmente


importante. La vacilación entre consolarse con puros
razonamientos filosóficos o apelar a la misericordia
divina, ha provocado una polémica, probablemente
irresoluble, acerca del estatuto epistemológica del De
consolatione.

Se ha debatido si es una obra teológica o filosófica; y,


como consecuencia, se ha discutido sobre la condición
del propio autor:
SEVERINO BOECIO

si era un cristiano preparándose para morir o un


estoico enfrentándose a su último trance. En todo
caso, Boecio era evidentemente un cristiano; pero
también era hijo de su tiempo y de su cultura: era, por
ello, un romano.
SEVERINO BOECIO
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