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LA TRANSUSTANCIACION.

ORIGEN Y VICISITUDES DE ESTE


CONCEPTO
LA EUCARISTÍA MISTERIO DE COMUNIÓN
GÉNESIS Y DESARROLLO DE LA IDEA DE
TRANSUSTANCIACIÓN
La palabra «transustanciación» nace hacia mediados del siglo XII. El
primero en usar los términos transubstantiatio o transubstantiari fue
Rolando Bandinelli, posteriormente elegido papa con el nombre de
Alejandro III (+ 1181). Sin embargo, la idea de una conversión sustancial
de los dones en el cuerpo y sangre de Cristo es bastante anterior a la
aparición del término transustanciación.
Teorías principales del siglo XII para explicar la
conversión eucarística
• Teoría de la • La transustanciación en • La transustanciación en la Reforma
consustanciación. la teología medieval protestante.
Se entiende por La transustanciación no es La postura de Lutero y su
consustanciación aquella aniquilación o destrucción argumentación respecto a la
teoría que propugna la de una realidad, de la transustanciación podrían condensarse
coexistencia o sustancia del pan y del en los siguientes puntos:
yuxtaposición de la realidad vino, sino mutatio in
o la sustancia del pan y del melius o in nobilius, es Rechazo explicito de la presencia real.
vino con la sustancia del mutación por
cuerpo y la sangre en los Lutero se inclina por la hipótesis de la
dones. ennoblecimiento o por consustanciación (falto de argumentos).
plenificación y no por
No es articulo de fe destrucción de la realidad Vincula la consustanciación con la
creada. encarnación.
Hipótesis
No es no ser, sino Es motivado por su falta de respeto a la
Dios es conservador autoridad eclesial.
prolongación de Sí mismo
Hipótesis fácil de creer Calvino rechaza tanto la
transustanciación de los dones como la
consustanciación, porque implicarían
una presencia local de Cristo.
Calvino, pues, excluye toda presencia real o «verdadera y sustancial» de Cristo en los
dones, mientras propugna una presencia dinámica o una «comunión verdadera y
sustancial» con el cuerpo y la sangre de Cristo a través de los símbolos. Comunión
que consiste en la participación en la persona (cuerpo de Cristo) a través de su
Espíritu, no de su carne. Calvino distingue así cuidadosamente entre cuerpo y carne:
no comemos la carne de Cristo, pero sí nos alimentamos de su cuerpo al
incorporarnos a él (a la persona de Jesús y a su cuerpo eclesial). Por eso basta con
creer que «Cristo, desde la sustancia de su carne, espira en nuestras almas la vida;
aún más, derrama en nosotros su propia vida, aunque en nosotros no penetre (non
ingrediatur) la carne misma de Cristo»
U. Zuinglio (+ 1531). El Reformador de Zurich sustituye el don de Cristo en la
eucaristía por la fe del creyente y el testimonio de éste ante la comunidad. El
Espíritu de Dios es libre, y no puede ser encadenado a las estructuras sacramentales.
Los sacramentos «son signos o ritos a través de los cuales el hombre atestigua ante
la Iglesia que es un elegido de Dios; signos que hacen a la Iglesia más cierta de tu fe
que a ti mismo» . Argumento constante de Zuinglio es que la carne no aprovecha
para nada; sólo el espíritu es el que cuenta.
EL CONCILIO DE TRENTO Y LA TRANSUSTANCIACIÓN
El decreto sobre la
eucaristía, emanado del
concilio en la sesión 13, el
11 de octubre de 1551,
consta de ocho capítulos
y once cánones. En el
prólogo, los padres
conciliares apelan sobre
todo al respaldo de la
tradición de la Iglesia más
que a los datos de la
Escritura.
Las afirmaciones principales del Concilio son
las siguientes
• El capítulo 1 se refiere a la presencia real de Cristoverdadera, real y
sustancialmente bajo las especies o los elementos sensibles, no
repugna el que Cristo, sentado a la derecha del Padre, esté también
presente sacramentalmente por su sustancia en otros lugares con una
forma de existencia que, aunque inexpresable para nosotros, es
factible para la omnipotencia divina; la tradición de la Iglesia profesa
que Cristo instituyó este sacramento en la última cena a través de las
palabras con las que dio su cuerpo y sangre
El capítulo 2 afirma la institución de la eucaristía por Cristo, es memoria de
las proezas de Dios en Jesucristo «es alimento espiritual de las almas,
sustentadas y confortadas con la vida», es prenda de la gloria.
El capítulo 3 proclama la superioridad y la excelencia de la eucaristía sobre
todos los demás sacramentos: tiene de común con ellos el ser signo visible
de la gracia invisible, pero se diferencia de ellos y los supera en que no sólo
contiene la gracia, sino al mismo autor de la gracia.
El capítulo 4 trata de la transustanciación. Es preciso afirmar «que por la
consagración del pan y el vino se realiza la conversión de toda la sustancia
del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo» y la sustancia del vino en la
sustancia de su sangre. Conversión que fue llamada «propia y
convenientemente» transustanciación por la Iglesia.
Los restantes capítulos tratan del culto y la adoración debidos a la eucaristía,
de la reserva eucarística y de su uso como viático para los enfermos, de la
preparación necesaria para recibir dignamente el sacramento y, por último,
de la comunión espiritual y la sacramental y de la unión entre los fieles que
este sacramento exige.
Algunas interpretaciones recientes del
Concilio de Trento
En lo que respecta a la transustanciación, Rahner
afirma que este dogma es una mera derivación o
desarrollo «lógico», no ontológico, de las palabras de
Cristo; es decir, la transustanciación nada nuevo nos
dice más allá de lo que se nos había dicho (sobre la
presencia real somática) en las fórmulas de la
institución del Nuevo Testamento.
El concilio definió la conversión eucarística bajo la
categoría de sustancia, pero no está definido en él lo
que la sustancia es. Por eso cabe la posibilidad de que
algunos entiendan bajo el término sustancia lo que
generalmente se denomina accidente.
Schillebeeckx propugna un triple nivel de
interpretación: el primero, la presencia real
específicamente eucarística: afirmación del
cuerpo y de la sangre bajo las especies de pan y
vino; el segundo, la presencia real en lo que
ésta encierra de conversión ontológica, en el
ser; la tercera, esta conversión, en cuanto es
expresada con acierto bajo el término
transustanciación. La definición dogmática
abarca los dos primeros planos; el tercero no es
objeto de definición en cuanto tal, sino que
constituye una mera expresión formal de lo
definido, en categorías aristotélicas.
McCue, sostiene que ni el cuarto Concilio de Letrán
ni los teólogos posteriores consideraron la
transustanciación como la única alternativa para
explicar la presencia real somática de Cristo. Es
verdad que la teología medieval rechazó
generalmente la teoría de la consustanciación;
pero esto no significa que involucrase sin más la
afirmación de la transustanciación con la de la
presencia real, antes bien las consideraba como
dos cuestiones independientes. De hecho, algunos
teólogos del siglo xv y luego el mismo Lutero
siguen considerando la transustanciación como
una opción teológica entre otras.
Según McCue, el concilio propone la
transustanciación como expresión adecuada y
propia o como «aptísima», pero sin que se trate de
imponer este concepto como la única alternativa
para explicar la conversión y la presencia real
somática
OTRAS FORMULACIONES DE LA CONVERSIÓN
EUCARISTICA: TRANSFINALIZACION Y TRANSIGNIFICACION
A comienzos del siglo XX se inicia en el ámbito de la teología católica una
revisión de la doctrina de la transustanciación eucarística. Las principales
causas de esta revisión son, según E. Schillebeeckx, las siguientes:
1. el conflicto entre los planteamientos clásicos de una filosofía (y una
teología) escolástica y los avances de la ciencia moderna,
2. el descubrimiento de la importancia del símbolo religioso
3. una nueva interpretación de las afirmaciones del Concilio de Trento a
partir de un mejor conocimiento de la génesis y el desarrollo de sus
declaraciones
4. la constatación de que las diversas formas de actuación y de presencia de
Cristo en el conjunto del misterio de salvación se resuelven en la
presencia de una única persona, que se manifiesta y actúa bajo una
multiplicidad de formas
5. los nuevos impulsos y aspiraciones del ecumenismo naciente
El redescubrimiento del símbolo religioso y
del simbolismo sacramental
• O. Casel rescata para la teología eucarística la
categoría de la «presencia mistérica» o
anamnética: el memorial real, objetivo,
como ámbito de presencia a la vez subjetiva
y objetiva.
• Por ello, «la liturgia cristiana no es más que
la realización ritual de la obra salvadora de
Cristo en y por medio de la Iglesia, y en
consecuencia la presencia de la acción
salvadora divina bajo el velo de los símbolos»
. De este modo queda excluida la idea de una
posible repetición del sacrificio de la cruz,
destacando su actualización o re-
presencialización.
• En 1944, H. de Lubac publica su Corpus
Mysticum. La Iglesia constituye la visibilización,
el símbolo real en el tiempo, del misterio del
Resucitado, de su presencia y su obra salvadora.
En este sentido, H. de Lubac completa asimismo
y profundiza la intuición de O. Casel, a la par
que advierte cómo la progresiva separación
entre cuerpo eclesial y eucarístico de Cristo
contribuyó a destacar excesivamente la realidad
individual del Jesús histórico relegando a un
segundo plano ese misterio de comunión que
es el Cristo total, resucitado, desgajando por
otra parte la eucaristía de todo el conjunto del
misterio de salvación.
La confrontación de la teología eucarística
con la ciencia moderna
• Ante los avances de la física atómica, con su nueva interpretación de la
estructura fundamental de la materia, la teoría hilemórfica (que en la
filosofía escolástica explicaba la realidad de la sustancia a partir de la
materia y la forma) cae en una profunda crisis. Pero sufre también un rudo
golpe la polaridad sustancia-accidentes, pues aquello que la filosofía
escolástica denominaba accidentes viene a ser la «sustancia» para la física
moderna, dado que las diferencias que median entre los distintos cuerpos
de la naturaleza son puramente cuantitativas.
• Hacia 1928 surgen los primeros intentos de dar una respuesta al reto
de la ciencia moderna. Unos autores (como H. M. Braun, B. Krempel o
J. Ternus) juzgan necesario el deslindar claramente el plano de la
física, que se ocupa del ámbito experimental, y el de la metafísica, no
accesible a la experiencia y que atiende a la realidad esencial de los
cuerpos. Las categorías de sustancia, accidente, conversión sustancial,
pertenecen al ámbito de la metafísica y no de la física, por lo que la
doctrina de la transustanciación, al situarse en el plano de lo
«transfísico» o metaempírico, no es afectada en absoluto por las
afirmaciones de las ciencias de la naturaleza.
• En resumen, las categorías de sustancia y de accidente son obtenidas
por el hombre no tanto de la mera observación del mundo exterior
cuanto por introspección o por la experiencia que él tiene de sí
mismo; luego se sirve de estas categorías para interpretar la realidad
de su entorno. Por ello, aplicadas a las cosas, tienen estos conceptos
un valor analógico y no unívoco. Así, cabe hablar con mayor
propiedad de unidad sustancial respecto a seres animados que
respecto a una realidad inorgánica, donde más bien parece prevalecer
una multiplicidad de sustancias
Nuevas aportaciones desde un ecumenismo
centrado en la Biblia
• En 1948 entra en escena F. X. Leenhardt, que, situándose a medio
camino entre el puro simbolismo y un fisicismo o realismo
exagerado, afirma la presencia real desde una inicial
transignificación: al convertirse en signo del amor y la donación o
entrega sacrificial de Cristo en la cruz, así como de la reconciliación
consiguiente, el pan deja de ser pan para ser expresión de algo
nuevo.
• Por la misma época, también el teólogo católico J. de Bacciochi había
insistido —desde una perspectiva similar a la de F. X. Leenhardt— en
la vertiente hierofánica de la realidad: la presencia real de Dios en y a
través de las cosas forma parte de la dimensión real profunda, de la
«sustancia» misma de la realidad o del ser.
• La transustanciación, según Bacciochi, excluye tanto una transmutación
total del ser cuanto una modificación puramente extrínseca de la realidad.
Queda descartada así como posibilidad una consustanciación.
• En una rápida valoración podemos decir que la tesis de Bacciochi merece
un juicio positivo. Su teoría acerca del Cristo glorioso y el señorío que
ejerce sobre la creación entera mediante su acción sacramental en el
ámbito de la Iglesia inscribe a la eucaristía en el vértice de toda la
economía salvífica. Pues es en la eucaristía donde Cristo ejerce su señorío
no sólo con la máxima eficacia salvífica, sino además como renovación y
transformación real del universo.
• La teoría de Leenhardt, aunque hace hincapié en una mutación real, no
física ni metafísica, sino religiosa, no da todavía razón suficiente de una
mutación a nivel objetivo; en cambio, la tesis de Bacciochi —aun
situándose de entrada en el mismo plano de Leenhardt—, al partir del
misterio del Cristo total y de su señorío universal, salvaguarda mucho
mejor la dimensión ontológica de la conversión eucarística.

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