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ASPECTOS

HISTÓRICOS DEL
SUICIDIO

Santiago Stucchi Portocarrero

Médico psiquiatra
Universidad Peruana Cayetano Heredia
Hospital Víctor Larco Herrera
stucchi@hotmail.com

Septiembre 2019
ΚΛΕΟΠΑΤΡΑ
Aristóteles: “Una especie de deshonor acompaña al que se
mata, que es mirado como culpable para con la sociedad”.

Séneca: “No huiré de la vejez, con tal que me conserve todo


entero (…); pero si empieza á debilitarse mi espíritu, (…) si
solamente me deja un alma destituida de razón, abandonaré
esta casa al verla arruinada y amenazando desplomarse. (…)
Imbécil y cobarde es el que muere por el temor de sufrir, y
necio el que vive para sufrir”.
‫מצודה‬
San Agustín (426): “No existe autoridad alguna que conceda a
los cristianos, en cualquier caso, el derecho de quitarse a sí
propios la vida voluntariamente”.

Santo Tomás (1274): “Es absolutamente ilícito acabar con la


propia vida”.
Concilio de Arlés (452): furor diabolicus.

Concilios de Braga (563) y Auxerre (578): “Un acto


moralmente reprobable, asimilable al homicidio. (…) (Los
suicidas no debían ser) honrados con ninguna mención en
el santo sacrificio de la misa, y los cantos de salmos no
acompañarían sus cuerpos a la tumba”.
El Corán: “Y no os matéis vosotros mismos” (Al-Nisa 30).
Canto XIII, ove tratta de l’esenzia del secondo girone ch’è nel settimo circulo,
dove punisce coloro ch’ebbero contra sé medesimi violenta mano, ovvero non
uccidendo sé ma guastando i loro beni.
Acosta (1578): “(...) y arto más desconsuela un maldito uso
que ay en aquellos indios de ahorcarse por causas muy lebes,
esto en partes se a disminuido, aunque no cesado del todo, con
algún castigo que se a hecho en el cuerpo de los tales
desesperados, haziendo que los muchachos los traigan
arastrando desnudos por el pueblo, y después quemándolos en
público delante de su parentela, que se tiene por gran
desventura e infamia entre los indios”.
Fray Calancha (1639): “El año pasado de 1631, un noble
idalgo, llamado Alonso de Astudillo”, que “desestimò sienpre a
los Sacerdotes, i onrava poco a los Religiosos. (…) fuese
apoderando el Demonio de su imaginativa, porque le quitaron
la governacion, i apuravale con que se aorcase; conociose el
infernal impulso, i vivia cuydadosisima su familia porque no le
ejecutase (…). Bolviendo su muger lo allò aorcado de una viga
(…) i llegandolo a entender el Obispo (…), le mandò quemar
el cuerpo, porque asi lo mandan las Sinodales, con que castigò
Dios al enemigo de los Sacerdotes”.
Thomas Browne
Hume (1755): “Sería tan
criminal actuar para la
conservación de la vida como
para su destrucción. Si me
aparto de una piedra que va a
caer sobre mi cabeza, perturbo
el curso de la naturaleza e
invado el terreno del
Todopoderoso. (…) Tanto la
prudencia como el valor nos
obligan a deshacernos cuanto
antes de la existencia cuando se
convierte en una carga”.
Schopenhauer (1819): “Muy lejos de ser negación de la voluntad,
el suicidio supone una enérgica afirmación de la misma. Pues la
esencia de la negación no consiste en aborrecer los sufrimientos
sino los placeres de la vida. El suicida quiere la vida, simplemente
está insatisfecho con las condiciones en que se le presenta”.

Nietzsche (1883): “Y todo el que quiera tener fama tiene que


despedirse a tiempo del honor y ejercer el difícil arte de irse a
tiempo”.
Esquirol (1838): “El suicidio muestra todas las características de la
alienación mental, de las cuales no es más que un síntoma”.

De Boismont (1856): “El suicidio no siempre es prueba de


enfermedad mental”.

Griesinger (1861): “La historia patológica y etiológica del suicidio


no pertenece por completo a la psiquiatría; (…) no podemos
concluir que el suicidio sea siempre un síntoma o un resultado de
la locura”.

“Tesis psiquiátrica” vs “perspectiva estándar”


Durkheim (1897): “El suicidio
es un fenómeno esencialmente
social. (…) Es la constitución
moral de la sociedad la que fija
en cada instante el contingente
de las muertes voluntarias. (…)
Los actos que el paciente lleva a
cabo y que, a primera vista,
parecen expresar únicamente su
temperamento personal, son en
realidad la consecuencia y
prolongación de un estado social
que ellos manifiestan”.
Suicidio egoísta, altruista,
anómico y fatalista.
Fleury (1926) y Achille-Delmas (1932): “Tesis psiquiátrica”.

Hasta 1880: “Locuras”. Siglo XX: Neurosis y trastornos de


personalidad.

Sadock (2009): “Tal vez la idea más importante sobre el suicidio


es que prácticamente siempre es el resultado de una enfermedad
mental”.
Muñoz (s. XIX): El suicidio “es una verdadera forma de
enajenación mental; y el suicida, un enfermo del espíritu, un loco”.

Silva Santisteban (1878): “El suicidio es un hecho realizado (…)


bajo la influencia de un estado de enajenación mental”.

Delgado (1969): “Es opinión corriente entre los profanos y ha sido


la de psiquiatras ilustres que el suicidio es siempre un síntoma de
alienación mental. En realidad no parece ser así; aunque frecuente
entre los individuos que sufren de psicosis, no es rara entre los
sujetos anormales y entre los aparentemente normales en todas las
culturas”.
Silva Santisteban (1878): El suicidio es el resultado de “la falta de
religiosidad conforme a la sana moral y por consiguiente el
extravío grosero en ideas filosóficas. El libertinaje, el celibato y el
onanismo son también causas que dan por resultado seres que
frecuentemente terminan en el suicidio”.

Barandiarán (1923): “¿Quién es el hombre para disponer de su


vida? (…) el suicidio pasa sobre ese dominio y comete una
gravísima ofensa a Dios atentando contra sus derechos”.
J. C. Mariátegui (1912): “¡Lima se moderniza! (…) La vorágine de
esta vida febril que nos enferma, la electricidad que sensibiliza
nuestros nervios gradualmente, el teléfono que genera trastornos
mentales, la mareante confusión de los automóviles (…), todo va
siendo germen fecundo de la neurastenia (…). Un neurasténico fue
el suicida de anteayer (…). La neurastenia le había invadido, le
había hecho su siervo. Dueña de sus energías, le condujo
finalmente al suicidio”.
Oiga, diciembre de 1969
Lévano (1969): “Ciertamente, Arguedas era un hombre enfermo
de la siquis. (...) Un hombre que sufría una depresión melancólica.
Es decir, un mal enraizado en la naturaleza física de la persona y
que conlleva el riesgo del suicidio. (...) La siquiatría señala que
precisamente este tipo de enfermos es sensible a las señales del
ambiente. Ellos son, en otras palabras, terreno predispuesto,
sustancia temperamental adecuada para las alarmas enviadas por la
sociedad, por las instituciones. La protesta de Arguedas no es,
entonces, mero gesto espectacular ni simple resultado de un mal
interno: es la explosión acelerada por un proceso social anormal.
J. Mariátegui (1995): “El suicidio de José María Arguedas no
puede entenderse solamente como la complicación final de un
cuadro melancólico profundo. Para explicar esta dolorosa pérdida,
(…), la hermenéutica de la psiquiatría clínica es insuficiente. (...)
La muerte de Arguedas fue una forma extrema de afirmar su vida,
cuando la cantera creativa parecía agotada”.
Forgues (1993): “Resultaría vano querer separar, en José María
Arguedas, la parte del suicidio que pertenece puramente a su
neurosis de la que está determinada por su frustración política;
porque en realidad la una y la otra están íntimamente ligadas. Si el
escritor se ha esforzado durante toda su vida, en unirse al mundo
indio que le era extraño, es porque éste representaba el substituto
de la madre -es decir todo un ideal de vida- de la cual había sido
privado en la infancia. Y, si de la misma manera, trató siempre de
humanizar el mundo blanco, es porque inconscientemente no
podía separarse de él.”
Bibliografía

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