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El lenguaje sistema de signos

supone una capacidad simbólico y simbolizadora

El hombre como animal simbólico

Cassirer parte de las investigaciones del biólogo Jakob von Uexküll (1864-
1944) sobre el comportamiento del organismo animal.

Cada organismo se halla adaptado y coordinado con su ambiente a través de


una estructura anatómica que posee un determinado sistema «receptor» y
un determinado sistema «efector».
El receptor: a través del cual el animal recibe los estímulos externos.
El efector: mediante el cual reacciona ante los mismos.

Son eslabones de una misma cadena, que es descrita por Uexküll como «círculo
funcional». Es el círculo estímulo-respuesta.

Dicho esquema también es válido para la descripción y caracterización del


mundo humano. Sin embargo, allí hay una característica nueva que parece
constituir la marca distintiva de la vida del hombre.
Entre el sistema receptor y el efector, entre el estímulo y la respuesta, en el ser
humano hay un eslabón intermedio, un sistema «simbólico», que mediatiza y
determina los dos anteriores.
Gracias a este tercer sistema, el simbólico, el hombre vive en una nueva
dimensión de la realidad.
En el animal se da una respuesta directa e inmediata al estímulo externo; en el
hombre, en cambio, la respuesta se demora, es interrumpida y retardada por un
proceso lento y complicado de pensamiento, la interpretación y la decisión.
El hombre ya no vive solamente e n un puro universo físico, sino en un universo
interpretado, un universo simbólico.

El ser humano no vive sólo entre cosas, sino entre pragmata, cosas para un uso;
no vive sólo entre objetos, sino en una determinada concepción de los mismos, y
por tanto los ve dotados de un significado y un valor.

La realidad es vista a través del cristal de la visión humana de ella, a través de


las creaciones culturales que nos la presentan, explican e interpretan.
El ser humano ve la realidad a través del lenguaje, cultura, ciencia, creencias,
etc. Así se arraiga la identificación de lenguaje y razón.

De ahí la definición del hombre como ser racional, puesto que hace pasar la
realidad a través del cedazo de su razón, las creencias, cultura, lenguaje.

De la misma manera que todo pasa por el tamiz del lenguaje, pasa también por
el de la razón. De ahí la identificación del lenguaje con la razón.
La identificación entre lenguaje y razón muestra que la racionalidad es un
rasgo inherente a todas las actividades humanas, de modo que lo racional no es
un producto mental del hombre, sino su modo de actuar.

El lenguaje ha sido identificado a menudo con la razón, aunque en dicha


identificación una parte se toma por el todo, porque junto al lenguaje
conceptual hay un lenguaje emotivo; junto al lenguaje lógico o científico el
lenguaje de la imaginación poética, el lenguaje poético, imaginativo, literario.

Cassirer concluye que en lugar de definir al hombre como un animal racional


habría que definirlo como un animal simbólico.
Pedro Laín Entralgo: el hombre no es el que necesariamente se sirve sólo de
símbolos, sino que los crea, por lo que podría definirse como animal
simbolizante.

El hombre es hombre en tanto que puede convertir las cosas en símbolos y sabe
usarlos.
Laín pone en conexión dicha cualidad humana con
la capacidad de interrogar, que procede del hecho de que el hombre
es el único animal capaz de reconocer el límite de sus capacidades
actuales y aspirar a una realización de su existencia que trasciende
este límite. Por eso, el hombre es al mismo tiempo un animal interrogante y
simbolizante. Tanto la capacidad de interrogar como la de
simbolizar convergen en que trascienden lo dado; en efecto, si preguntamos es
para trascender nuestra ignorancia, nuestro límite, y si
simbolizamos es para evocar y decir algo más que lo dicho o indicado por lo
visible y presente

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