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Y SU TRIUNFO EN EL CIELO.
APOCALIPSIS 7
EL TEXTO BIBLICO
LOS SERVIDORES DE DIOS SERAN PRESERVADOS
"Después de esto, vi a cuatro Ángeles de pie en los
cuatro extremos de la tierra, que sujetaban los
cuatro vientos de la tierra, para que no soplara
el viento ni sobre la tierra ni sobre el mar ni
sobre ningún árbol. Luego vi a otro Angel que
subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y
gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a
quienes se había encomendado causar daño a la
tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra
ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos
con el selló la frente de los siervos de nuestro
Dios»“ (Ap 7,1-3)
"Y oí el número de los marcados con el sello:
144.000 sellados, de todas las tribus de los
hijos de Israel. De la tribu de Judá 12.000
sellados; de la tribu de Rubén 12.000; de la
tribu de Gad 12.000; 6.de la tribu de Aser
12.000; de la tribu de Neftalí 12.000; de la
tribu de Manasés 12.000; 7.de la tribu de
Simeón 12.000; de la tribu de Leví 12.000; de
la tribu de Isacar 12.000; 8.de la tribu de
Zabulón 12.000; de la tribu de José 12.000;
de la tribu de Benjamín 12.000 sellados” (Ap
7,4-8)
REFLEXION
Todo el capítulo séptimo está íntimamente ligado al sexto
sello. Es como una respuesta al grito desesperado de los
enemigos del Cordero: ¿Quién podrá mantenerse en
pie?
Con esto, San Juan afirma con bastante claridad que todos los
elementos que componen el cosmos y las condiciones
meteorológicas de él dependen totalmente de la voluntad de Dios.
Además de estos cuatro ángeles, San Juan ve un quinto ángel, que viene del oriente (v.
2). El oriente es el lado de donde viene la luz, lo que corresponde bien a este ángel
portador y anunciador de la salvación.
El ángel que ve Juan lleva el sello (σφραγίβ) de Dios vivo, con el cual marcará a los
siervos de Dios. Se trata, según parece, de un sello negativo que, al ser aplicado,
deja marcada una imagen. En la antigüedad era frecuente llevar piedras entalladas
con las cuales se marcaban los objetos, las cartas, etc.
Y esta marca servía de firma. El objeto o la persona sellados, es decir, marcados con el
sello, indicaban con esto que pertenecían al dueño del sello. Los esclavos y las
personas pertenecientes al culto de los templos eran sellados frecuentemente a
fuego, para significar de una manera indeleble su procedencia y propietario.
El ángel portador del sello grita a los otros cuatro ángeles que no hagan daño a la
tierra, ni al mar, ni a los árboles hasta que marque en la frente, con el sello de
Dios, a los siervos del Señor (ν. 8).
Una vez hecho esto, ya podrán cumplir su oficio justiciero. El signo sobre la
frente indica la protección divina y la pertenencia a Dios y al Cordero. La imagen
del signo o del sello religioso era también conocida en Israel. En el Éxodo 5 se
narra que la noche en que se había de ejecutar la décima plaga, mandó Dios un
ángel para que con la sangre del cordero pascual señalase las casas de los
hebreos. De este modo fueron librados los israelitas de la décima plaga.
En el mismo libro del Éxodo 6 se manda que en el turbante del sumo
sacerdote había de haber una placa con la inscripción: le - Yahweh —
"propiedad de Yahvé“.
A los marcados con el sello de Dios no les alcanzarán los azotes que van a
descargar sobre el mundo los cuatro vientos. Probablemente,
la señal con que eran sellados los siervos de Dios debía de ser el
nombre de Dios y del Cordero, pues éste es el signo que distingue a
los predestinados en Ap 14,1.
Lo cierto es que los marcados con el sello pasaban a estar bajo una
protección especial de Dios. Ya hemos indicado más arriba que en
la antigüedad pagana era corriente marcar a los esclavos con una
señal, que indicaba ser propiedad de un determinado señor.
Sin embargo, es más probable que revistan matices un tanto distintos esos
dos grupos de 144.000: el grupo inmenso de sellados de Ap 7,4
representaría a la totalidad de los cristianos; mientras que los 144.000
vírgenes de Ap 14,4 designaría a la totalidad de los elegidos.
Orígenes, Primasio, San Beda, Beato de Liébana, y autores
modernos, como Renán, Swete y otros, ven en esta
cifra simbolizada la multitud de los fieles de Cristo, que
serán librados de los azotes en el día de la cólera de
Dios contra los impíos.
Este último acto consistirá en sumarse al coro celeste de todos los elegidos
para alabar a Dios por toda la eternidad. Por eso, en la perspectiva
joánica, la Iglesia militante y la triunfante vienen como a identificarse, a
sobreponerse frecuentemente.
Con la venida de Cristo a este mundo, Dios montó su tienda entre nosotros.
De la misma manera que Dios protegió a Israel en el desierto con su
sombra protectora, o la Shekinah, así también ahora Dios protege a sus
elegidos habitando en medio de ellos.
Pero la habitación indefectible y eterna de Dios entre los suyos sólo tendrá
plena realización en el cielo. Allí los elegidos gozarán de una salud plena
y perfecta, pues Dios los librará de todas las miserias de la presente
vida. No tendrán hambre ni sed, ni sufrirán los ardores del sol, ni el dolor
y la tristeza (v. 16). El mismo Cristo los apacentará como pastor y los
conducirá a las fuentes de la vida eterna (v. 17), pues Jesucristo es el
camino verdadero y único para ir al Padre, es la "fuente de la vida" 34.
El profeta Isaías se había expresado ya en términos casi idénticos: "No
padecerán hambre ni sed, calor ni viento solano que los aflija. Porque los
guiará el que de ellos se ha compadecido, y los llevará a aguas
manantiales”.
En el Antiguo Testamento es frecuente comparar a Yahvé con un pastor que
apacienta sus ovejas y las conduce a la majada. Jesucristo se llama a sí
mismo el buen Pastor, que conoce a sus ovejas y las defiende de los
lobos rapaces.
Es también la fuente de la vida sobrenatural para todos los que creen en El.
Dios y el Cordero habitarán entre sus ovejas, entre sus elegidos, y serán
su templo, su sol y su protección.
El mismo Dios enjugará las lágrimas de sus ojos (v. 17), es decir, los
consolará y ya no permitirá que sufran más. Isaías, al hablarnos del
festín mesiánico que Yahvé dará en Sión a todos los pueblos, también da
realce a la idea de felicidad que experimentarán todos en aquellos
tiempos, diciendo: "Y destruirá la muerte para siempre, y enjugará el
Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará el oprobio de su
pueblo, lejos de toda la tierra“.