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DE EJECUCION PENAL
Principio de legalidad
El sometimiento del sistema penal al principio de legalidad ha sido
reconocido universalmente. Tanto las declaraciones internacionales, como
las legislaciones nacionales coinciden en que la actividad penitenciaria tiene
que desarrollarse con las garantías y dentro de los límites establecidos por la
ley (“Toda persona privada de libertad, señala la Comisión Interamericana,
será igual ante la ley, y tendrá derecho a igual protección de la ley y de los
tribunales de justicia”). Sin embargo, se muestran más cautos a la hora de
reconocer la vigencia de la legalidad en el ámbito de la ejecución de las
penas. Así, por ejemplo, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, se limita a declarar prohibido la privación de libertad que no sea
por causas fijadas por la ley y siguiendo el procedimiento establecido en ella
(artículo 9), pero no extiende la legalidad a las condiciones de vida dentro de
la prisión.
La ejecución de la privación de libertad no puede hacerse al margen de
la ley, consiguientemente, todo lo que sucede dentro de la prisión debe
hacerse conforme a ella. Las personas privadas de libertad tendrán
derecho a conservar sus garantías fundamentales y ejercer sus
derechos, a excepción de aquéllos cuyo ejercicio esté limitado o
restringido temporalmente, por disposición de la ley, y/o razones
inherentes a su condición de personas privadas de libertad. Se trata de
la tercera manifestación en lo penitenciario (nulla exsecutio sine legem)
de esta garantía que completa los principios de nullum crimen sine
legem, nulla poena sine legem.
En resumen la defensa de la legalidad es asegurar la vida y la integridad
física de los privados de libertad. Casi toda la violencia que se
desencadena en una prisión es ilegal, luego asegurando el imperio de la
ley dentro de la prisión lograremos reducir drásticamente los actos de
violencia y las mafias carcelarias
Principio de normalización penitenciaria
Principio que ha ido progresivamente consolidándose en los textos
internacionales, en la medida que la crítica a la resocialización ha ido
dejándola vacía de contenido. Someter a un proceso de normalización al
sistema penitenciario es hacer que la vida dentro de la prisión se parezca lo
más posible a la vida en libertad.
Al principio de normalización se le reconocen dos cualidades cuando se
compara con el de resocialización. La primera que sus contenidos son
tangibles, en cualquier ámbito podemos despejar las dudas sobre cómo se
resuelve una determinada cuestión en la sociedad libre; la segunda es que la
normalización es fácil de aplicar en todas las instancias y por todos los
operadores del sistema, no solo no entraña mayores costos de recursos, sino
que sintoniza con los principios de intervención mínima y proporcionalidad.
Principio de resocialización
Otro de los principios rectores de la ejecución penal es el de
reinserción social o reintegración social, contenido en el art. 10,
apartado 3 del PIDCP18, en el art. 5, apartado 6 de la CADH19, y en los
arts. 1 y 178 de la LEP20. Podemos definir a este principio como la
obligación de un Estado de proporcionar a la persona privada de
libertad, dentro del marco del encierro carcelario, las condiciones
necesarias para un desarrollo adecuado que favorezca su integración a
la vida social al recuperar la libertad.
Así, este principio implica entender a la ejecución de la pena como un
lugar o espacio de tiempo donde se ejercita un aprendizaje de
integración social. En este sentido, es claro que debe entenderse la
reinserción social en clave de derechos, de recuperación de derechos
de las personas vulnerables.
Principio de reserva
El principio de reserva; arts. 17, 18 y 19 PIDCP; arts.12 y 13 CADH y de
la LEP). Este principio, también mencionado como de autonomía de la
voluntad, ya que las acciones que no afecten la moral, las buenas
costumbres y los derechos de terceros no pueden ser juzgadas por los
jueces, aun cuando exista una ley anterior al hecho del proceso. El
Estado debe reconocer un espacio de libertad personal que implica la
prohibición de una moral determinada. En este sentido, las penas no
pueden recaer sobre las conductas de autonomía moral que la norma
garantiza, sino sobre aquellas que afecten intersubjetividades, a bienes
jurídicos concretos.
Principio de igualdad ante la ley