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Y MINISTERIOS
PBRO. ROGELIO JIMENEZ ZAPATA
CANDIDATO A DOCTOR EN EDUCACIÓN
MAGISTER EN DERECHO CANÓNICO
LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS RELIGIOSAS
LICENCIADO EN DERECHO CANÓNICO
SACRAMENTO DEL ORDEN, DON
INSTITUIDO POR JESUCRISTO
? 1. PLANTEAMIENTO:
? La primera pregunta que ha de plantear quien pretenda conocer qué es
una realidad, deberá orientarse a delimitar la razón de ser de aquello que
se busca. Pero se ha de tener en cuenta que la misma urgencia de la
pregunta obliga a desdoblarla en dos: la que hace referencia al origen
temporal de lo existente – cuándo ha comenzado a ser – y la que se
preocupa por la finalidad instrumental de su naturaleza – para qué es -.
Querer conocer la existencia de una realidad impulsa necesariamente
hacia la comprensión de su naturaleza, pues lo que existe tiene
consistencia por el hecho de ser una realidad dotada de naturaleza
abierta hacia su propia finalidad operativa. Al preguntar por la institución
del sacramento del orden, preguntamos simultáneamente por su
existencia y por su naturaleza o, si se quiere, preguntamos por su
naturaleza existente. Este es el sentido exacto que se le ha de otorgar al
estudio sobre la institución del sacramento del orden: conocer el cuándo y
el para qué de su origen.
? Y al convertir en cuestión teológica el origen del sacramento del orden, y
desear ofrecer una explicación sobre su existencia, hemos de atender
tanto a las fuentes bíblicas, en las que fundamentar la reflexión, como al
magisterio de la Iglesia, que a lo largo del tiempo ha ido explicitando
teórica y prácticamente la doctrina bíblica en la medida que la ha ido
asimilando en su vida. Y hemos de tomar también en consideración el
pensamiento de los teólogos, cuyos puntos de vista trataremos de
reconstruir, siempre que merezcan la pena. Tan sólo mediante el recurso a
estos medios en sí diversos y no todos de idéntica valía, se puede plantear
y responder la pregunta sobre la institución divina del sacramento del
orden.
? II. LA INSTITUCIÓN DEL ORDEN COMO CUESTION TEOLÓGICA:
? La institución del sacramento del orden puede ser objeto de estudio tanto
desde la eclesiología, cuando expone la naturaleza jerárquica de la
Iglesia, como desde la sacramentología, cuando considera la materia, la
forma, el ministro, el sujeto y el objeto, es decir, las categorías referentes al
signo sacramental. Una circunstancia donde aparece por separado la
doble consideración del origen del orden, la eclesiología y la sacramental,
la ofrece el Catecismo de la Iglesia al proponer la existencia del orden
dentro de la eclesiología como soporte de la estructura jerárquica de la
Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo, y al considerarlo a partir del
dogma y de la liturgia, es decir, al tratar del orden integrado en la
celebración del ministerio Cristiano. Esta manera de expresarse permite
concluir que el Catecismo no presenta la institución del sacramento del
orden a partir de la determinación del rito sacramental, sino que la
propone como el hecho mediante el cual determinados sujetos reciben
de Jesucristo la misión y la potestad para realizar un cometido sobrenatural
en la Iglesia. Este planteamiento obliga a abrir dos preguntas. La primera
debe aclara qué se entiende por institución del orden, y la segunda
tenderá a precisar a partir de qué notas ha de ser descrito el sacramento
del orden como realidad sobrenatural existente en la Iglesia.
? Comprensión Inexacta de la Institución: nos permitimos iniciar nuestro
discurso recurriendo a una formulación negativa para proponer una
cuestión que, en función de la claridad, ha de ser enunciada antes de
exponer directamente qué se entiende por la institución del sacramento
del orden. Y esto a fin de salir al paso del planteamiento de aquellos
teólogos que identifican la institución del sacramento del orden con la
determinación por parte de Jesucristo de los elementos rituales con los
cuales se confiere el sacramento en un momento dado de la historia de la
liturgia. Y hay que tener en cuenta que cuantos defienden esta opinión, al
partir de un momento histórico concreto y al tomar en consideración los
ritos vigentes en aquella circunstancia, sacan en consecuencia una
conclusión que es en sí misma inaceptable, pues conceden un valor
universal y absoluto a lo que tan sólo lo tiene circunstancial y relativo, y en
consecuencia afirman que la materia y forma que están en uso ritual han
sido instituidas por Jesucristo.
? Aplicando al orden esta manera de concebir la institución divina de los
sacramentos, es preciso concluir que su institución no ha de buscarse en el
Nuevo Testamento vinculada a un momento concreto en el que Jesucristo
determinase la materia y la forma del rito sacramental, sino en el conjunto
de la predicación de Cristo, dentro de la cual es constatable el mandato
institucional por el que el Señor llama, envía y dota de autoridad a los
Apóstoles.
? Cualquier sacramento, y de un modo muy especial el del orden, se ha de
fundamentar siempre en el mandato institucional de Cristo, que forma
parte de su predicación. A la hora de administrarlo será la Iglesia la que irá
determinando el signo ritual. Buscar, pues, en el Nuevo Testamento la
precisión material del signo sacramental para fundamentar la institución
divina del sacramento del orden constituye emprender un camino
incorrecto que no se debe seguir porque no conduce a fin alguno.
? La Institución Divina del Sacramento del Orden: positivamente, y de
manera muy concisa, se ha de afirmar que para fundamentar el
sacramento del orden en el Nuevo Testamento se ha de prestar esmerada
atención a la palabra de Jesucristo para advertir los distintos momentos en
que lo ha ido instituyendo. Y fruto de esta atenta escucha, la Iglesia ha
llegado a percatarse de que Jesucristo en un momento inicial de su vida
pública llamó a los que ÉL quiso para enviarlos a predicar, que a lo largo
de su vida fue concediendo a los Doce diversas atribuciones para
anunciar el reino de Dios y perdonar el pecado a los hombres y que, por
último, después de resucitado, al confirmar la primera llamada misional, los
envió, como Él había sido enviado por el Padre, y les dotó con la potestad
del Espíritu Santo para que perdonasen los pecados. En la llamada y en la
misión de los Doce, reiteradas a lo largo de su vida, Jesucristo instituyó el
sacramento del orden en cuantos había llamado y enviado para que
estuviesen al servicio de la comunidad.
? Teniendo en cuenta que la institución del sacramento del orden se basa
en el mandato dirigido por Jesucristo a los Doce, quien desde el Nuevo
Testamento quiera comprender plenamente que es el sacramento del
orden no sólo habrá de escuchar la palabra divina, sino que habrá de
atender también al comportamiento de la Iglesia, a través del cual se
constata el modo como, en obediencia al mandato institucional de Cristo
y al tener que ir concretándolo en la administración ritual, ha ido
precisando todos los aspectos del signo sacramental, tanto aquellos que
configuran el efecto concreto del sacramento, y que se refieren
directamente a la ordenación de los ministros, como los concernientes a la
materia y a la forma del mismo. A partir de la palabra de Cristo vivida por
la Iglesia, se puede comprender que Jesucristo no instituyó en concreto el
rito del sacramento del orden.
? III DOS MODOS DIVERSOS DE GLOSAR LA INSTITUCIÓN
? La Iglesia ha admitido siempre, y ha propuesto como materia integrada en
el cuerpo doctrinal de su fe, que Jesucristo ha instituido el sacramento del
orden. Y de esta fe suya ha dado razón no sólo en la declaración solemne
de Trento, al definir que todos y cada uno de los siete sacramento han sido
instituidos por Jesucristo, sino de manera ininterrumpida a través de todo su
magisterio. El Concilio Vaticano II, recogiendo en síntesis la doctrina
eclesial que le ha precedido, enseña en estos términos la institución divina
del sacramento del orden: “Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y
hacerle progresar siempre, instituyó en su Iglesia diversos ministerios que
están ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto, los ministros que
poseen la sagrada potestad, están al servicio de sus hermanos para que
todos los que son miembros del Pueblo de Dios y tienen, por tanto, la
verdadera dignidad de cristianos, aspirando al mismo fin, en libertad y
orden, lleguen a la salvación”. El Vaticano II, en consonancia con su
propio modo de afrontar las cuestiones teológicas, considera el
sacramento del orden poniendo de relieve el aspecto eclesial de tener
como finalidad el servicio del Pueblo de Dios, menester para el que se
confiere la potestad al ministro ordenado.
? La fe de la Iglesia, que confiesa con fidelidad constante la institución
divina del sacerdocio ministerial, sin embargo a la hora de expresar la
directa institución del ministerio por Jesucristo, no se ha expresado en
todos los tiempos de manera coincidente, pues en la historia de la teología
son distinguibles por lo menos dos modos diversos de presentar la
institución divina del sacerdocio ministerial. Tratemos de reconstruirlos
brevemente.
? Formulación Eucarística de la Institución: una larga tradición, que ofrece su
máximo punto de referencia en el concilio de Trento, ha afirmado que el
sacerdocio ministerial, y por ello el sacramento del orden, fue instituido por
Jesucristo en la Ultima Cena. Esta afirmación la recoge Trento en dos
momentos distintos. El primero cuando, al proponer la institución de la
Eucaristía como sacrificio, enseña que Jesucristo en ese momento
concedió a los Apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio la facultad de
ofrecer el sacrificio eucarístico. El segundo, dentro de la redacción directa
del decreto sobre el sacramento del orden, al establecer de nuevo la
relación entre el sacrificio eucarístico y el sacerdocio, pues reconoce que
Jesucristo otorgó a los Apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio la
facultad de consagrar, ofrecer y administrar el sacramento de su Cuerpo y
de su Sangre.
? Formulación Misional de la Institución: El vaticano II, al tener que
fundamentar el sacramento del orden, ha dejado el antiguo
planteamiento eucarístico y ha emprendido derroteros nuevos que parten
de la misión. Remontándose hasta el ministerio de la Trinidad, el Concilio
fundamenta el sacerdocio ministerial en Jesucristo, quien, constituido
sacerdote al ser enviado por el Padre, hace partícipes de su propia misión
sacerdotal a quienes llama y envía. El esquema joánico: como el Padre
me ha enviado, así os envío yo, sirve de pauta a la doctrina del Vaticano II
en la fundamentación y desarrollo del sacerdocio ministerial. En
consecuencia con esta doctrina conciliar se ha de concluir que en los
Doce instituyó Jesucristo el ministerio sacerdotal.
? Síntesis Posible: a simple vista se puede hablar de dos maneras distintas de
plantear la fundamentación del sacerdocio ministerial, una eucarística y
otra misional; pero si se analizan en profundidad las dos, se advierte que
entre ellas se da tal nexo que bien puede ser consideradas como dos
formulaciones complementarias de una misma doctrina. Tanto la
concepción eucarística como la misional se reduce a expresar la
participación del ministro en el poder sacerdotal de Jesucristo. Según la
doctrina de Trento, el sacerdote puede ofrecer y administrar la Eucaristía
porque ha recibido de Cristo la capacidad para ello.
? TEMAS PARA EXPOSICIÓN:
? Para el Vaticano II, el presbítero, por lo mismo que participa en su grado propio
ministerial del oficio de Cristo, único mediador tiene como función anunciar a
todos los hombres la palabra divina. Esta doctrina, sobre la cual el Concilio
vuelve una y otra vez en sus diversos documentos, alcanza la formulación más
exacta en el decreto sobre la vida y el ministerio de los presbíteros, cuando
dice de los mismos que, en cuanto cooperadores de los obispos, tiene como
primer deber anunciar a todos el Evangelio para construir e incrementar el
Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y
predicad el Evangelio a toda criatura”. Una simple lectura del texto permite
comprobar a la par la fundamentación Cristológica y la finalidad eclesiológica
del mandato de predicar que incumbe a los presbíteros, pues han de predicar
para dar cumplimiento al mandato del Señor, y lo han de hacer dentro de la
estructura eclesiológica y por ello como cooperadores del propio Obispo.
? B) el presbítero, administrador de los sacramentos:
A este asunto hemos dado amplia explicación en otro lugar, por ello aquí y ahora
tan sólo necesitamos recordar algunas ideas fundamentales. No cabe duda que
abrir una pregunta sobre la institución divina del sacramento del orden equivale
a enfrentarse con un tema de máxima importancia, pues en él se trata de
establecer la razón de ser de un signo en cuanto que es medio para causar la
gracia. Si a esta motivación objetiva se le añade la circunstancial de haber sido
en alguno de sus aspectos una cuestión fuertemente debatida a lo largo de la
historia de la teología, se alcanza a comprender la magnitud que hoy en día
continúan teniendo su planteamiento y su estudio.
Con el fin de aportar claridad a este tema, conviene recordar, aunque sea en
apretado esquema, las diversas maneras de interpretar el hecho de la institución
divina de los sacramentos que se han dado a lo largo de la historia de la teología.
A partir de los datos bíblicos, los Santos Padres asimilaron la imposición de las
manos y la reconocieron como el rito propio de la ordenación ministerial. A lo
largo de más de nueve siglos estuvo vigente en la Iglesia esta norma ritual a la
que, con el paso del tiempo, se le fueron adhiriendo elementos nuevos que
acabaron trasladando el valor de la ordenación a otro rito distinto. Este vaivén
litúrgico no merecería ser estudiado en un tratado dogmático sobre el
sacramento del orden si a través del mismo no se reflejase en los distintos ritos la
imagen del sacerdote que se trasluce en cada una de las diversas expresiones
litúrgicas.
Por ello, nada ayuda tanto a conocer la comprensión del sacerdote que se ha
tenido en momentos distintos como el estudio del signo sacramental con que se
ha administrado en cada uno de ellos. El motivo de esta relación resulta obvio si
se tiene en cuenta que el sacramento antes de causar significa, y en la
significación ritual se recoge la idea dogmática que se tiene del Sacerdote. Así, si
en la liturgia se emplea la imposición de las manos para ordenar, responde a que
se tiene del sacerdote una comprensión globalmente misional; y si se emplea la
entrega de los instrumentos, es porque se privilegia la dimensión eucarística. Se
puede decir que a elementos significantes distintos, se siguen maneras diversas de
concebir la realidad sacerdotal.
a) Hipólito de Roma: En la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma, el primer
ritual de los sacramentos que se conserva en la literatura cristiana, ocupa un
lugar preferente la administración del sacramento del orden en los tres grados
ministeriales del episcopado, el presbiterado y el diaconado. Y como nota
común de todos ellos aparece la imposición de las manos con características
propias en cada una de las ordenaciones, cuyo efecto particular es glosado
por la plegaria de la consagración que la acompaña. Así, en la ordenación
del Obispo, al ordenado le imponen las manos todos los Obispos asistentes,
aunque la oración consecratoria tan sólo la pronuncia el presidente, y en ella
pide a Dios que conceda a quien está siendo ordenado el Espíritu principal,
como corresponde al que ha de ejercer el sacerdocio primero. En el caso del
Presbítero, impone las manos el Obispo propio con los presbíteros asistentes.
La oración de ordenación, pronunciada sólo por el Obispo, pide para el
ordenado el Espíritu de gracia y del consejo propios del Presbítero. Es el Espíritu
que el colegio presbiteral posee como patrimonio común, del cual participan
todos los presbíteros, lo mismo que los ancianos participaban del Espíritu que
Yahveh había derramado sobre su siervo Moisés. Por último, en el caso del
Diácono, le impone las manos sólamente el Obispo porque no es ordenado
para el sacerdocio, sino para el servicio del Obispo. En los tres casos el gesto
de la imposición de las manos ha de ser interpretado como una invocación al
ESpíritu Santo; ahora bien con significación distinta en cada uno de ellos y por
tanto con efecto diverso.
b) Antiguos Sacramentarios Romanos: Las fuentes más antiguas para un estudio
de la ordenación de presbítero en la liturgia local de Roma hay que buscarlas en
el Sacramentario de Verona, en el SAcramentario Gelasiano y en el
SAcramentario Gregoriano por lo que toca a las plegarias de ordenación; y en el
Ordo Romanas XXXIV en lo referente a los ritos. De un modo global estas obras
han de ser datadas alrededor del siglo VIII, pero mediante determinadas
formulaciones del Sacramentario de Verona se retrocede hasta el final del siglo V
o el comienzo del VI.
Dejando de lado la curiosidad del Ordo XXXIV cuando no hace mención de la
imposición de las manos, a cuyo hecho habremos de referirnos de manera
particular más adelante, debemos llamar la atención sobre determinadas
novedades litúrgicas, aportadas por este documento y por otros de la misma
época, con las que se comienza a diseñar un perfil nuevo del Presbítero. En primer
lugar, hay que hacer mención de la investidura de la casulla. Al diácono, dentro
del rito de la ordenación de presbítero, se le despoja de la dalmática y se le viste
la casulla. Este rito, que en su origen tuvo una gran sencillez y aparece por vez
primera en el Ordo XXXIV, tiene el valor significativo de representar el estamento
sacramental al que pasa a pertenecer el ordenado por la incorporación al
presbiterio, que litúrgicamente es considerado todavía como el cuerpo que a
modo de corona circunda al Obispo. Y, en segundo lugar, se añade una nota de
clara referencia eucarística o, si se quiere, sacrificial del presbítero. A este rito, que
con el tiempo se fue desarrollando, hay que unir que el Obispo, en la oración
consecratoria de los presbíteros.
c) Influencias Galicanas: Durante los siglos VIII y IX se dio una importante
mixtificación de elementos litúrgicos romanos galicanos, de la cual ofrecen un
claro testimonio tanto el SAcramentarium Gallicanum Vetus como el Missale
Francorum. El sacramentario Gelasioano, que en su origen había sido redactado
en Roma, pasó a Francia, donde se adaptó a los usos allí vigentes, con lo que
perdió el valor de la antigua referencia Romana y pasó a representar la liturgia de
los francos. A partir del siglo VIII, y mediante esta mistificación, todas las fuentes
litúrgicas comenzaron a recibir la influencia galicana. En relación con el tema
sacerdotal, que interesa aquí y ahora, la innovación principal aportada por las
Iglesias francas consiste en el desarrollo de los elementos litúrgicos para ampliar la
comprensión eucarística del Presbítero.
VALORACIÓN TEOLÓGICA
No se acaba de entender que un teólogo como Legrand, que con tanto interés
ha estudiado los asuntos ministeriales, despache de manera tan simple una
cuestión de tal magnitud como es la del carácter ministerial. Hay que reconocer
que su análisis de Trento es Pobrísimo y que su olvido del Vaticano II resulta
incomprensible. Así se explican sus dudas sobre el carácter y su aspiración para
traducir el carácter por el carisma.
d) Hacia una desmitificación del carácter, según Schillebeeckx: Hablar de la
desmitologización del carácter no es algo nuevo ni privativo de Schillebeeckx,
pues ya antes que él otros habían propuesto este deseo. Sin embargo, hay que
abordar este tema por la importancia que ha tenido su toma de postura dentro
de la actual teología sobre el ministerio. De Schillebeeckx hay que comenzar
diciendo que se trata de un autor que ha sufrido una seria evolución a lo largo de
su planteamiento sobre el ministerio. desde su inicial síntesis teológica sobre el
sacerdocio, libro en el que con toda claridad afirma que la distinción entre
jerarquía clerical y comunidad laical es de derecho divino y que Cristo en cuanto
cabeza de la iglesia sólamente es representado por la función Apostólica, hasta
sus obras últimas, en las que no tiene inconveniente en interpretar el ministerio
como un don que brota de la base del pueblo sacerdotal, media una gran
distancia.
Schillebeeckx, que considera el carácter como la piedra de escándalo para
algunas iglesias, pretende conseguir su desmitificación sometiendo a una
reconstrucción crítica el proceso histórico de su elaboración, y exponerlo en una
nueva formulación sistemática. Con semejante proceder aspira a desmitificar el
carácter y a conceptualizar que cuanto hoy se llama carácter no es más que el
don carismático recibido en la ordenación a tenor de 2 Tim 1,6, con una función
de servicialidad carismática y pneumatológica en la iglesia, pero siempre al
margen de la permanencia institucional.
EL ESPÍRITU, IMPULSOR DEL MINISTRO A TRAVÉS DEL CARÁCTER