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FIDUCIA MERCANTIL
La figura de fiducia mercantil se concibe, de acuerdo a los lineamientos del código
de comercio, como un negocio jurídico en virtud del cual, una persona llamada
fiduciante o fideicomitente, transfiere uno o más bienes especificados a otra,
llamada fiduciario, quien se obliga a administrarlos o enajenarlos para cumplir una
finalidad determinada por el constituyente, en provecho de este o de un tercero
llamado beneficiario o fideicomisario.
Dentro de las características de la fiducia mercantil cabe anotar:
Instrumentalidad. La fiducia se caracteriza por ser un medio, un instrumento para
múltiples propósitos prácticos. Es un negocio que fácilmente se adapta a una serie
indeterminada de finalidades.
Temporalidad. La intervención del fiduciario es transitoria, además, el fiduciario
jamás podrá hacerse a la propiedad de los bienes por cuanto estos deberán
retornar ala fideicomitente o pasar a un tercero en cumplimiento de la finalidad
señalada en el acto constitutivo.
Esencialmente Remunerado. Por cuanto la remuneración que recibe el fiduciario
conforme a las tarifas que expida la Superintendencia Bancaria.
Intuitu Personae. Se celebra tomando en consideración tanto al constituyente
como a la sociedad fiduciaria.
La figura de fiducia, que antes de la expedición de la Ley 80 de 1993, Ley de
Contratación Estatal, era utilizada por el sector publico bajo la normatividad de
la fiducia mercantil, se adapto con el nacimiento de ley en cuestión,
estableciendo así nuevas limitaciones y características propias del uso de la
figura de fiducia por parte de la administración, naciendo así el termino de
fiducia publica.
2. Mantener los bienes objeto de la fiducia separado de los suyos y de los que
correspondan a otros negocios fiduciarios.
3. Invertir los bienes provenientes del negocio fiduciario en la forma y con los
requisitos previstos en el acto constitutivo, salvo que se le haya permitido obrar
del modo que más conveniente le parezca.
4. Llevar la personería para la protección y defensa de los bienes fideicomitidos
contra actos de terceros, del beneficiario y aun del mismo constituyente.
6. Procurar el mayor rendimiento de los bienes objeto del negocio fiduciario, para
lo cual todo acto de disposición que realice será siempre oneroso y con fines
lucrativos, salvo determinación contraria del acto constitutivo.
7. Transferir los bienes a la persona a quien corresponda conforme al acto
constitutivo o a la ley, una vez concluido el negocio fiduciario, y
8. Rendir cuentas comprobadas de su gestión al beneficiario cada seis meses.
Obligaciones propias a la figura de Fiducia Pública
La fiduciaria no tiene liberad con los dineros que recibe y se debe acoger a las
normas fiscales aplicables a la entidad fideicomitente, así como a las normas
presupuestales, de interventoría y de control a las cuales esté sujeta la
entidad.
La figura concebida dentro del marco de la Ley 80/93 no merece llamarse Fiducia,
ya que no se da ni transferencia de bienes, ni constitución de patrimonio
autónomo, ni remuneración con cargo en los rendimientos del fideicomiso; los
cuales son en esencia los signos distintivos de este tipo de negocio jurídico, desde
su misma concepción en las instituciones del Derecho Romano y Anglosajón; (para
algunos esto es como definir un contrato de compraventa sin objeto y sin
precio).De esta manera se ha llegado a esgrimir el argumento de la
Desnaturalización de la Fiducia.
La Corte Constitucional enunció a este respecto que el Estatuto General de
Contratación Administrativa, creó un nuevo tipo de contrato, autónomo e
independiente, diferente del Contrato de Fiducia Mercantil (tal y como es definido
en el Código de Comercio) y más cercano al Encargo Fiduciario. En su
interpretación la Corte considera que de acuerdo con lo anterior, es posible para la
Administración celebrar el Contrato de Fiducia Pública según la Ley 80/93 o el
Contrato de Fiducia Mercantil dispuesto en el Código de Comercio, siempre y
cuando se ajuste a las normas generales de Contratación Administrativa.
Frente a este juicio, el Doctor se opone al hecho de que la Corte reviva el Contrato
de Fiducia Mercantil, cuando lo que quiso precisamente el legislador fue “dejar sin
vigencia las relaciones obligatorias que emanan de esta clase de contrato”, pues
las inferencias que pueden hacerse de las discusiones parlamentarias, llevan a
pensar que la voluntad del Congreso era regular la Fiducia Estatal de manera
diferente a la Comercial.
A diferencia, otros sugieren recordar que en la Ponencia del Segundo Debate
para la aprobación de este punto dentro de la Ley 80/93, las Comisiones
Cuartas de Cámara y Senado, desistieron de su intención de prohibir el contrato
mercantil de Fiducia, y a cambio contemplaron ambas formas para someter este
tipo de contrato en todos sus aspectos al naciente Estatuto de Contratación
Pública.
En un principio se decía que la Fiducia Pública era una forma fácil y rápida de
evadir el proceso licitatorio. En palabras de algunos expertos, entre ellos la
Doctora Sandra Verano, la fiducia significaba en la práctica entregarle los
recursos a un fiduciario, quien posteriormente escogía según su libre albedrío, o
según sugerencia (quizá más bien presión) de la entidad pública involucrada; a
quién adjudicarle los contratos. Tal falencia intentó corregirse haciendo que el
negocio fiduciario exigiera una licitación pública previa. No obstante, debe
tenerse en cuenta que hacer licitación no garantiza un manejo idóneo de los
recursos, de la misma manera que “no hacerla, no significa perse que la
finalidad del interés general, vinculada con la asignación de los fondos se
traicione” Por esta vía se ha expresado además, que someter todos los contratos
de fiducia a licitación pública está en franco rechazo de la tradición fiduciaria
colombiana, pues al tratarse de un servicio bancario, bajo ningún Estatuto de
contratación Pública ha estado sometida a licitación. Otros por su parte
encuentran que tal exigencia terminará haciendo a la fiducia, algo impráctico,
inelástico y difícil.
Frente a tal controversia el antiguo Presidente de la Asociación de Fiduciarias,
Doctor Rodríguez Azuero, sugiere que el punto en consideración debería ser, si
el objetivo se ejecutó o no, si satisfizo la necesidad que se pretendía y con qué
economía de dinero, tiempo y trámites se realizó
La ley 80/93 puede pecar por exceso en la medida en que, bajo la perspectiva del
Doctor Rodríguez Azuero, parece estar redactada como si se pretendiera evitar al
máximo la utilización de la figura. En este sentido, la ley estipula un “control
especialísimo”, ya que se comisiona a la Contraloría, la Procuraduría (en relación a
los funcionarios públicos intervinientes) y la Superintendencia Bancaria (encargada
de la vigilancia de la Sociedad Fiduciaria) para que controlen la legalidad y
transparencia del contrato fiduciario. En respuesta, debe reiterarse que no hay
contratos malos sino malos contratantes, pues a menos que exista buena fe
ningún contrato será bueno, e incluso se ha dicho que “hay una recurrente
insistencia en un cuidado que sería pertinente ver en todo el manejo de la cosa
pública”, ya que existen otros contratos en los cuales no es tan “asfixiante” el
control.
Complementando los dos puntos anteriores, considera la Corte Constitucional, que
“el querer del legislador fue restringir al máximo un contrato que según su criterio
generaba gran inseguridad dentro del campo de la contratación pública, pues en
efecto el anterior estatuto de contratación se había convertido en una
normatividad que era fácilmente transgredida por muchas entidades estatales”.
Uno de los aspectos que más llama la atención en cuanto a las críticas a la Fiducia
Pública concebida en la Ley 80/93, es la acusación que se hace a la normatividad
de violar el derecho a la igualdad (consagrado en el Artículo 13 de la Constitución
Política), al establecer mayores requisitos y limitaciones a las sociedades
fiduciarias , que a las demás entidades financieras( tales como la obligación de
adjudicar los contratos de fiducia exclusivamente mediante licitación y la
prohibición de delegar la firma de contratos por parte de entidades públicas a
sociedades fiduciarias).
La Corte Constitucional responde en los mejores términos, que no se trata de una
“discriminación”, sino de una “diferenciación”, en cuanto a que pese a que hay
igualdad de género (desarrollan la misma actividad de captación de recursos), no
hay identidad de especie (tienen un objeto social de diferente naturaleza); de esta
manera sólo podría hablarse de discriminación cuando se afectara la esencia
misma del género. Por el contrario, la regulación de la Fiducia Pública lleva
implícita la búsqueda de la igualdad, dado que se desprende que todas las
sociedades fiduciarias que pretendan contratar con el Estado deben someterse a
unas mismas exigencias y condiciones. Además debe recordarse que cada
empresa es igualmente autónoma para escoger el giro de sus negocios, así que si
hay algunas que deciden libremente contratar con el Estado, deben atenerse a las
regulaciones del caso.
Las modalidades de fiducia concebidas en la Ley, (encargo fiduciario y fiducia
pública) son limitadas, cuando en la práctica las versiones del negocio fiduciario
son numerosas. Algunos críticos consideran que la fiducia se ha reducido a la
mera función de captar recursos y ponerlos a producir, para luego transferirlo a
terceros; en esta medida creen que esta tarea no amerita el establecimiento de
una nueva figura jurídica, sino que puede ser desempeñada por simples
pagadores que tiene cada entidad; los cuales pueden recibir autorización para
colocar los recursos en corporaciones crediticias. Tal y como está concebida, la
fiducia pública termina convirtiéndose en una forma para que las entidades
financieras obtengan recursos a bajo costo, en desmedro del patrimonio público.
En la misma ya mencionada demanda de inconstitucionalidad, los demandantes
argüían que la reglamentación contenida en la Ley 80/93 trascendía los aspectos
de la contratación administrativa y al enmarcarse dentro del reglamento mismo de
la actividad financiera, sólo podría regularse mediante Ley Marco expedida por el
Congreso o Decreto expedido por el Presidente de la República. Así se acusa a la
disposición de irrespeto al principio de Unidad de Materia, según el cual “todo
proyecto o ley deberá referirse a una misma materia y serán inadmisibles aquellas
La Corte Constitucional respondió a dicha requisición, que en ningún
momento se viola el Principio de Unidad de Materia, pues la norma impugnada
tiene relación intrínseca con el tema central de la citada ley: las normas de la
contratación administrativa. Impedir al Congreso legislar sobre este asunto,
sería desconocer el ideal democrático que alimenta las funciones del Estado,
en la medida en que finalmente una de las entidades contratantes es un
sujeto de naturaleza pública. Por otra parte el hecho de que la Constitución,
en su Artículo 150 y 335 requieran que la regulación financiera se haga
mediante Ley, no “significa que todas la materias que de una u otra manera se
relacionen con este tipo de actividades, deban someterse siempre a los
lineamientos propios de esta clase de normas”. Finalmente respecto a la
argumentación de que es el propio Presidente el que debe dar la orden para
que las entidades estatales ejerzan un control sobre la actividad del fiduciario,
debe recordarse que la Superintendencia Bancaria cumple sus atribuciones por
delegación del Primer Mandatario, de tal manera que no se está violando la
ley.
Aún así, algunos persisten en que aunque la fiducia pública haya superado la
prueba de Constitucionalidad, esto no quiere decir que la norma sea
técnicamente buena; más aún algunos más radicales consideran que el
Congreso tiene que respetar los principios lógicos y científicos del área
profesional respectiva, según lo cual no podría modificar aspectos de
naturaleza puramente financiera
I. ESTRUCTURA DEL NEGOCIO DE FIDUCIA PÚBLICA
A. MARCO LEGAL
FIDUCIA MERCANTIL
Se celebrara este contrato una vez las entidades estén autorizadas por las autoridades
competentes de cada nivel del gobierno.
No se puede entregar en administración los dineros del presupuesto en general, sino
solamente los que vayan a utilizarse en el contrato, por la entidad. (Artículo 25, numeral
20 de la Ley 80 de a.993)
Debe tener un objeto preciso y determinado al igual que sus plazos.
Las fiduciarias no pueden celebrar contratos en nombre de la entidad estatal ni pueden
adjudicar el contrato, pues esta es función de la entidad estatal y no puede ser delegada
en la fiduciaria.
La fiduciaria no tiene ninguna libertad en cuento al manejo de los dineros, pues debe
cumplir con las normas presupuéstales, de interventoría y de control, sujetas según los
mandatos de la ley.
La entidad fiduciaria esta sometida a la vigilancia de la Superintendencia Bancaria y de
la contraloría que corresponda a la entidad fideicomitente.
“… a la fiducia publica le serán aplicables las normas del Código de Comercio sobre
fiducia mercantil, en cuanto sean compatibles con lo dispuesto en esta ley” (Ley 80/93
atr. 32 numeral 5).
En cuanto a la remuneración el Código de comercio establece que todo negocio fiduciario
debe ser remunerado conforme a las tarifas de la Superintendencia Bancaria, en cambio la
ley 80 estipula que la remuneración no debe ser pactada sin antes el Congreso, la Asamblea
o el Consejo adecuen los rendimientos dentro del respectivo presupuesto, pagados
posteriormente a la fiduciaria por su trabajo .
SUJETOS
Se hace énfasis en que al hablar de fiducia publica uno de los sujetos que
intervienen en el negocio fiduciario, es esencialmente una entidad estatal.
REQUISITOS
La Fiducia Pública no se le permite la transferencia de bienes o dineros públicos y
tampoco se le permite que ellas escojan al contratista que va a realizar la obra,
pues esta es función indelegable de la entidad fideicomitente. La función que
tiene la Fiducia Pública es la de recibir unos dineros, los cuales son puestos a
producir rendimientos mientras llega el momento de proceder a cancelar lo debido
al contratista.
De otro lado, “La selección de la sociedad fiduciaria a contratar, sea pública o
privada, se hará con rigurosa observancia del procedimiento de licitación o
concurso previsto en esta ley”, en este artículo la ley expresa que tanto fiducias
privadas como públicas deben seguir el procedimiento de licitación o concurso de
meritos. Esto con el fin de evitar que las entidades Públicas celebren contratos
interadministrativos (publico- público), sin seguir los procedimientos de licitación o
concurso de merito.
Así mismo la ley expresa que las únicas formas de seleccionar la fiduciaria a
contratar son la licitación y el concurso de méritos, exceptuando así la
contratación directa aún cuando el negocio fiduciario sea de menor cuantía,
estipulado en la ley de contratación directa (Art. 7), exceptuando a los contratos
interadministrativos, a los de fiducia, encargo fiduciario y contrato de seguro de
contratación directa.
En cuanto a la licitación, uno de los procedimientos de selección objetiva, para la
fiducia pública se realiza cuando se trate de la administración o el manejo de los
recursos vinculado a los contratos que tales entidades celebren.
Mientras que dentro del Concurso de Meritos se realizara cuando la administración
necesite de una evaluación intelectual, es decir necesite por ejemplo una
consultoría en temas como la rentabilidad, la viabilidad financiera, etc.