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EL FILÓSOFO INSÓLITO
Chuang Tse
El primer texto taoísta en sus partes más antiguas, el
libro Zhuangzi, contiene escritos redactados en el
periodo aproximado que se extiende entre mediados
del siglo IV y principios del siglo II a. C., si no más tarde.
El presunto autor, del que recibió el nombre, Zhuangzi,
el «maestro Zhuang» o más exactamente
Zhuang Zhou, fue una figura histórica y activa en torno
al año 350 a. C. aproximadamente, de la que, por lo
demás, no se conoce nada digno de mención.
Zhuang Zi, quizá el más
grande de los escritores
taoístas, floreció hacia el
siglo -IV. El libro que lleva su
nombre consta de 33
capítulos, de los que la crítica
moderna ha dejado
establecido que se le pueden
atribuir con seguridad los 7
primeros.
Para Zhuang Zi, el bien sumo del ser humano es
la armonía y la libertad, las cuales se alcanzan si
uno sigue con espontaneidad la propia
naturaleza. Central al pensamiento del Zhuang-Zi
es la doctrina de la no-acción (wu-wei), es decir,
del obrar desapegadamente. Es el meollo de la
espontaneidad taoísta: dejar a todas las cosas su
libre curso, rechazando las diferencias mentales
entre bien y mal, vida y muerte
Zhuangzi y sus imitadores,
inmortalizados en el libro, eran poetas
antes que filósofos. Precisamente por
ello resulta más complicado destilar a
partir del libro algo parecido a una
«doctrina» claramente definible. Se
compone de anécdotas, conversaciones
e historias alegóricas, en las cuales (algo
inaudito para China), las propiedades
filosóficas, e incluso los conceptos,
toman forma y dialogan entre sí una y
otra vez.
Una idea central en Zhuangzi es el convencimiento de la
existencia de una «unidad inmutable que atraviesa la
pluralidad de las cosas en permanente cambio, pero que, al
mismo tiempo, es la causa de toda forma de vida y
movimiento» (Waley). Ilustra este pensamiento, entre otros,
mediante la imagen de una tormenta que brama por el
paisaje y que en todos los rincones y cavidades provoca
aullidos y silbidos distintos según la forma de cada lugar, pero
sin que ella misma se haga visible. Esta fuerza motriz y
vivificadora es —aunque en las partes más antiguas del libro
no hallemos aún esta equiparación directa— el dao[*],
concepto medular de la filosofía china, que los «taoístas»,
llamados según el dao, no adoptaron hasta una época algo
posterior